viernes, 13 de octubre de 2017

x

Qué bonito es amarse, sin excusas ni pretextos.
Abrazando la calamidad del otro, aferrándose a su mal tiempo.
Soportando la tormenta a su lado, bailando desde la mala hierba que crece en su caja torácica.
Viviendo una vida sin principios ni moral, prejuicios ni ataduras que rompan lo que les unió desde el principio.
Quedarse hasta la madrugada entre conversaciones profundas y de las que tocaron fondo.
Hay ciertas cosas y ciertas personas que pasan cada " x tiempo" como se suele decir.
Puedes pasarte la vida esperándolas por mucho y, de repente, aparecen de la noche a la mañana para salvarte de una vida de soledades descompuestas.
Atarse de corazón y de tiempo completo.
Decirse con la mirada lo que aún el lector no ha leído en su libro favorito, lo que aún la poesía no ha hecho con las musas.

Encarcelarse con la mirada.

A veces pasa que, cuando no estás buscando las cosas, no es que no lleguen, sino que esperan por ti en algún rincón de esta soledad infinita de miradas perdidas y voces rotas.
Quiérete y después, quiérele.
Sonreír de madrugada por encontrar sus mensajes... y créeme no es lo que escribe sino quien lo manda quien te compone la vida.
Se quiere de un día para otro, a veces es una mirada quien lo delata; otras veces la sonrisa, el temblar de las piernas, la voz nerviosa cuando se acerca demasiado.

Se quiere de un día para otro pero os aseguro que no se olvida tan fácilmente.
No se te olvidan sus manías cerrando los ojos y fingiendo que nunca lo conociste.
En un parpadeo no puedes olvidar como te hizo sentir, de las veces que te hizo sentir la cima de su mundo.
El amor es una libertad preciosa, son mariposas revoloteando, una montaña en la que haces alpinismo y alguien te sostiene en la caída.
Pero también es una cárcel de miradas, de sonrisas, de sentimientos, es una celda en la que escribes sobre alguien que pasa cada milenio.

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