miércoles, 25 de abril de 2018

Oscuridad

Encontré a una chica que se enamora de cada idiota que le promete estrellas a su oscuridad.
Se conforma con los pétalos de las flores que le han regalado a otras, y ella piensa que amor es tener que quedarse donde el otro ya se fue.
Permanecer.
Cumplir aquello de estaré aquí siempre y lo necesites.
No moverse.
Está quieta y depende de muchos monstruos y miedos.
Está triste, porque lo está.
A veces cuando hay media luna sale con su desastre de vida a cantar un poquito, aunque muy afinada no está: ella es feliz.
Pero entre esa nostalgia que surge cuando echas de menos lo que ya no puedes tener, encuentra un poco de ese calor que no encuentra en ningunos abrazos.
Después se lanza a su cama pensando en todos los errores que ha cometido a lo largo de su vida y le brillan los ojos cuando se imagina a ese chico con el que quiere olvidarse un domingo de toda la polilla que ha cogido durante toda la semana.
Lo imagina tan perfecto con sus imperfecciones, sus errores y malas rachas.
Sus granitos, sus arrugas, sus cicatrices, sus estrías...
Desorientado igual que ella.
Perdido igual que ella.
A lo mejor es por eso que ninguno de los dos se ha encontrado aún.
Porque ambos se están buscando, pero ambos están escarbando en lugares diferentes.

~Hola, ¿quién eres?
- Un huracán
Y, de repente, él deseó ser sometido a sus vientos
~¿Y tú?
-Oscuridad

Algo había hecho bien.
Ya no se sentía tan mal, es más,hasta empezaba a dudar de si sus heridas estaban aún abiertas.
Y cuando volteó a verlas, esas que sangraban mucho porque eran profundas, en ellas vio lo que nunca había visto: que eran hermosas.
Hermosas como la sonrisa que le empezaba a crecer.

lunes, 9 de abril de 2018

Volver a creer

Tengo el vicio de enamorarme de la piedra antes que del camino.
Ir aprendiendo con los ojos cerrados que ir despistada encontrando mis errores a lo largo de él.
Ir recolectando cicatrices,en vez de sonrisas.
He tenido que acostumbrarme a la deriva de un corazón roto e ir descubriendo miradas tristes en cada atardecer en el que voy.
Quemar página cada año no significa que todo el libro estará bien, sino que decidiste borrar la mancha del lugar del crimen.
Que todos tus errores quedaron en el pasado y que cada vez que te das vuelta a ver, hay alguien que aún no ha cerrado los brazos.
Hay alguien esperando.
Pero luego te das cuenta de que no puedes regresar.
Que todo depende de las circunstancias que te empujaron a dónde estás el día de hoy.
Y él piensa que le estás dando la espalda, cuando en realidad te estás yendo.
Cada vez más lejos.
No sabes adónde, pero lejos.
Se queda quieto.
Esperando una bala que le atraviese la tristeza y acabe con el dolor que provoca lo que nunca pasó y nunca será.
"Ojalá algún día me ame tanto como yo vivo recordándole", me digo a mí misma cuando, mirando el atardecer, me resigno  y entiendo que hay personas que no son como quieres que sean.
Igual las cosas.
Igual la vida.
Igual todo.
Y, mientras camina pisando las hojas del frío otoño, pensando de si me ama o no, mis lágrimas empiezan a teñir la tarde con la negrura de una noche infinita.
De pronto, oscurece.
Hay grillos cantando.
Lagos calmados que suenan con la suave brisa de un soplo de viento enamorado.
Y se envuelve con aquella sonrisa que le cobijó más de una noche.
Con aquella voz que calmó hasta el más fuerte de mis fantasmas.
Con aquellas manos que calmaron el infierno de mi piel necesitada de una caricia.
Con aquella mirada que me hizo temblar y sentir que era la dueño de algún mundo.
Entonces comprendo la dura realidad: de que el amor que das, podría no ser devuelto con la misma medida y calidad.
De que el amor jamás se debe mendigar: ni los besos bien dados ni el buen sexo, ni los abrazos salvavidas ni las llamadas cuando sientes que todo carece de sentido, ni siquiera la estancia del otro en la vida  de uno: quien quiera estar, siempre estará, aunque ambos estén distanciados abismales y los demás piensen que son unos ilusos por creer en ello.
A veces el amor nos salva.
Otras veces, nos deja echando de menos un imposible.
Y, cada noche, caemos en él.
Como un vicio que te termina carcomiendo los huesos.
Y lo veo irse por el mismo camino por el que vino algún día, mientras espero volver a creer.
En alguien.
En algo.
O en mí misma.
No lo sé.
Pero volver a creer.


viernes, 6 de abril de 2018

Libertad


Mi lengua no se la ha comido ningún gato, mi mente no ha leído ningún cuerdo y mi tiempo no se lo he dedicado... bueno... muchas veces se lo he dedicado a hijos de puta que no supieron valorar el reloj que no tenía en mi muñeca.

Tengo alma de prostituta. Lo dije una vez y ahora vuelvo a repetirlo. No tengo que darle explicaciones a nadie. Soy mi propio desastre. Vivo mi vida a mi manera. Sin límites. Sin frenos.

Imagen relacionadaNo busco caer en precipicios. Ni en bocas. Ni en veranos. Ni busco enamorarme en un beso, porque he aprendido a rimar beso con olvido, y recuerdo con ¿de qué hablábamos? Ni quiero quedarme en un amor, porque estoy harta de errores.
No quiero que nadie me duela cuando cierre los ojos... cuando la noche caiga.
Cuando nadie esté ahí para darme consuelo. Ni liento. Ni palmadas en mi espalda.

Desde hace tiempo decidí que debía ser fuerte y ser fría a plenitud, porque que te duela algo es una putada; pero que te duela alguien al que quisieras regresar siempre y saber que estás mejor sin él, es una mierda.

Tengo un vocabulario fuera de lugar, una consciencia sucia y un futuro exquisito.
Porque no les dedicaba tiempo, sino vida. Una parte tan irreversible del tiempo. El ayer son horas muertas. Por eso no miro atrás.

Me cansé de llorar.

Ahora soy una hija de puta sin escrúpulos y orgullosa de mi madre que lleva como bandera ¿quién cojones te crees tú para señalarme?
Primero, límpiate el dedo, cariño, que lo tienes lleno de sangre.

Mi reputación d mucho de qué hablar, mis cicatrices mucho de qué besar y mi saliva mucho de que sanar.
Soy todo lo que temes ser y soy la pesadilla de la que te escondes.
Soy un monstruo bajo las sábanas y el santo que ves caminar por las calles.

Dicen que soy de la mala vida, pero acompáñame y te enseñaré cómo se come el mundo en tres simples pasos:
Uno: Sé feliz.
Dos: Siéntete feliz.
Tres: Calla.

Las víboras se comen entre sí, mientras tú estás bailando entre el medio de sus cascabeles.

Buenas. Mi nombre es Libertad. Vuelo, mientras los otros se conforman con alzar su mirada y señalarme a donde vaya.
Pero yo alzo el vuelo cada vez más alto.