martes, 15 de junio de 2021

Lo supe

Lo supe desde que mi corazón no volvió a palpitar de la misma manera, desde que mis ojos no encontraron a nadie igual, desde que me engañaba estando con otros pensando que sería lo mejor y desde que quise hacer frente a las sentencias de mi corazón.

Me fallaba, me fallaba el tiempo, se paralizaba de tal manera que no era capaz de seguirle la pista y con él, mis recuerdos, borrosos, con una tonalidad agridulce pero sin ningún ápice de arrepentimiento.

Quería emprender un camino a su lado; difícil, lo único que en mi mente emergía sin descanso; complicado, gritaba mi corazón ensangrentado; confuso, sentí que me decía todo el mundo.

Todo en contra o eso me decía una y mil veces para satisfacer la poca cordura que me quedaba, tropiezos marcados frecuentemente por esta suicida insegura y no sabía avanzar de forma lógica sin acatar normas de idiotas desinhibidos.

Le quería, pero le alejaba por razones que no sabía o no quería saber, me buscaba y me encontraba por conexiones ajenas a mi ser, le odiaba por hacerme ver que no todo es lo que parece y aun así, me quería porque no conocía que yo sabía arder.

Sospechaba que me marcaría pero no quería comprender, oídos sordos hacía cada vez que mi mente acudía a mi desesperación, sentía como se desvanecía mi vida por culpa de él, y no me malinterpreten, sólo que no le podía corresponder o eso quise imponer a mi palpitación.

Cual canción contó mis lunares sin interrupción, su respiración agitada pasaba por mi piel, y sus ojos brillaban como si yo no fuera una opción. Sin receso alguno me quiso como al más bello atardecer, yo solo pude agradecer pero vi como poco a poco su emoción se apagó. Como siempre mi fallo dañó su floración y es que no sé tener sin destrozar cual humano, dañando su propio mundo.

Lo supe desde que no soy capaz de seguir adelante, desde que no me concentro en nada, desde que me seguía día tras día, desde que quise ocultarle a mi corazón toda la información.

Lo supe, lo sabe.

martes, 16 de marzo de 2021

Una vez

Yo alguna vez también fui niña y como cualquiera soñé con un futuro brillante perdido entre estrellas y con un mar de algodón e el que ahogar cualquier pena, en viajar por el mundo haciendo de cada día una gran aventura.

Imaginé la vida a corto plazo, columpiando la idea de seguir siendo niña a pesar de los años, me prometí nunca crecer. Una vez caí, y de mi rodilla lastimada sangró el mayor de mis problemas, la peor de las tragedias; una herida me impedía seguir jugando.

Grises nubarrones cubrieron mi ánimo y sentada en la acera vi a mis amigos reír sin mí.

¿Acaso no imaginas que se trata de la mayor tragedia que puede sufrir un niño?

Una vez vencí, sí, gané la batalla a aquel matón que arruinaba mis días en el patio. Fui héroe en mi mundo y desde mi castillo de naipes le sonreí al enemigo, tendí la mano, gané un amigo, escuché a otros y gané seguidores.

Comprendí que las cosas cambian y que todos tenemos el poder de elegir cómo afrontar cada piedra del camino. Somos los reyes de nuestros mundos, los capitanes de nuestras almas, héroes de nuestro destino. 

Una vez leí, y de las páginas de aquel libro nacieron nuevos horizontes, expandí mi mundo, vivencias de otros que hice mías y por las cuales llegué a confundir ficción con realidad.

Soñé, reí, amé, caí y me levanté, creí en la magia, en dragones, en monstruos y grandes batallas, en paredes de chocolate y manzanas envenenadas. De cada página robé nuevos sentimientos, nuevas lecciones, nuevos amigo que luego, al crecer, fui perdiendo por el camino.

Una vez fui niña, pero creí y olvidé la sencillez de la vida, lo linda que podía ser. Falté a mi promesa de Peter Pan y ahora me veo en la distancia, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobe el pecho. Veo la lágrima solitaria que brota de esos ojos, mis ojos, y que cae lentamente al suelo, dejando tras de sí la humedad y la vergüenza, la comprensión de una niña solitaria de que en realidad una herida sangrante en a rodilla puede no ser el mayor de los problemas.

Ahora lo miro en mis recuerdos y comprendo que a mayor de las tragedias ha sido perderlo, olvidar que existió y, pero aún, que todavía existe, luchando dentro de mí por hacerme recordar que la vida es mucho más sencilla y que solamente yo tengo e poder de rescatarlo.

Y lo haré. Se lo debo a él y me lo debo a mí. Sin esa niña no soy nada.