domingo, 20 de mayo de 2018

Sonríe

Me gustan las personas que se vean como una suave brisa de verano. Que no hacen tanto ruido, ni causan tanto dolor.
Que no dejan heridas, pero sí el deseo de algún día volverlas a encontrarlas. Aquellas con quien puedes hablar de cosas insignificantes y aun así parecen tener sentido, y los minutos fluyen con una extraña violencia que te sacude las pestañas al mirar atrás y darte cuenta de que se han disipado en el aire y que solamente queda su aroma flotando en lo que parece tu mundo en ruinas.
Aquellas que el tiempo nunca olvida, ni barre, ni cura; simplemente hace que, con el paso de los días, meses y años, jamás se borren de tu piel.
Más adelante comprendes que no es que sientas frío, es que tu piel recuerda que ya no están para acariciarla por cada rotura, herida y cicatriz.

-Este verano es nuestro.
-No quiero que termines.

Esas personas que van conociendo de ti más de lo que cualquiera otra lo haría, que ni siquiera tú logras conocerte tan bien como lo hacen ellas.
El secreto más grande que guardan es que, aunque tú no lo notes, hacen todo esfuerzo para que salgas adelante con tu vida, porque saben lo que pesa y lo que cuesta caminar llena de espinas.
A mí eso me parece el acto más bonito que alguien puede hacer por ti; el abrirte, más que los ojos, la boca para que sonrías.

-No te vayas, por favor, no me dejes.

Las únicas personas que saben tus puntos débiles, la posible razón de tus malos días y el acuerdo que le firmaste al amor aquel verano donde, sin darte cuenta, son reías como una idiota mirando la puesta de sol y las risas eran la canción que acompañaban el momento que llevarías anclando como el primer día el resto de tu vida.
Qué bellas son cuando intentaron sacarte a flote con un mal chiste, cuando te abrazaron mientras no sabías qué rincón era para ti para poder llorar y, ahora que no están, que no volverán, te das cuenta de que eran sus hombros.

Aunque estés triste porque nada sucede dos veces. Ni las personas. Ni los amores. Ni los veranos. Ni el invierno que le persigue. No lloras. No derramas una lágrima.
Pero sí vas caminando descalza por la orilla del mar, mientras el sol sangra en la lejanía, con una sonrisa que se convierte en la primera estrella que empieza a brillar en la tarde y te dices a ti misma:
¡Joder! Qué feliz fui.

-No quiero que termines.
-Ya no estoy, tontita. Y aun así piensas que aun vivo.

Y flechas el inmortal atardecer.

miércoles, 9 de mayo de 2018

"historia"

Hay personas que no saben pelear por quien quieren. Y él era una de esas personas. Solo le importaba esa versión agria que despedía cuando estaba conmigo. No logro reconocerme al estar con alguien que su indiferencia me hacía sentir miserable. Eso no es amar. El amor no destruye, sino construye, o al menos eso dice la típica frase. Pero ahora entiendo cuando dicen que el amor es ciego. Y, efectivamente, me puso una venda en los ojos para impedir ver la realidad que él no me amaba. Que yo era una más de sus caprichos, que yo representaba un objeto al cual usar, besar y luego desechar.

Pero qué pasa cuando después de todo lo vivido, toca solamente recordarlo. Toca la sonrisa de esa fotografía donde sonríe con la fría mano de la nostalgia. A veces quisiera volver. Volver a intentarlo. Pero luego recuerdo que él ni siquiera lo hizo por mí. Y que, cada noche, antes de dormir, pensaba que estaría a mi lado siquiera un infinito, y ahora me doy cuenta que no fue suficiente.
Él no fue suficiente.

Qué pasa cuando, al final del día, ya no hay nadie a quien llamar y desahogarse y decirle que no puedes con tu mundo, con tu "historia", con tu pequeña "historia". Y un día te das cuenta de que ese alguien jamás lo sostuvo por ti, sino que eras tú quien se hacía la idea de que lo estaba haciendo.
¿Por qué no hablaste claro desde el principio?
Yo no estaría escribiéndote. Echando esas sensaciones que me hacías sentir. Queriendo que vuelvas y me abraces hasta quedarme dormida como si nada hubiera pasado. Que con tus frases cortas me hagas las noches más largas.

Lo jodido del recuerdo es que uno siempre recuerda lo bonito de ese alguien, casi siempre se olvida de lo que hizo mal y la razón por la que lloras, y uno no entiende a querer olvidarlo todo para no sentir que la piel duele cuando unas manos que antes te tocaban como si fueses una isla virgen, dejan de hacerlo.

No te perdono. Aún no. Esta noche te la dedico. Esta noche lleva tu nombre. Esta noche es otra de tantas que me las pasaré pensando encerrada en estas cuatro paredes, que cuando estabas tú, eran mi mundo y no quería salir de él. Debajo de las sábanas podía olvidarme hasta de mi propio nombre.

Quiero que sepas que, así como me hiciste sentir la persona más maravillosa del mundo, también quiero que sepas que yo fui la que me hice a la idea de que tú eras el lindo cuando en realidad eras un monstruo disfrazado de muchas caras bonitas.
Y que, espero que el día que te topes con mi recuerdo, tu piel sienta la necesidad de sentir mis manos. De hacerle el amor a tus heridas. Y tengas que conformarte con pensar que un día yo te volteé a ver cuando tú volteabas a ver otro lado. Que te escuchaba como si fueras mi canción favorita y que ningún atardecer se comparaba con verte desnudo tumbado en la cama. Que eras mi parte favorita de la vida, de la cama y del precipicio, ahí, donde solíamos sentarnos a ver el fondo para ver qué día caíamos.

<<Eres>>
<<Eras>>

Cuánto tiempo hay entre ellos. Eras mi parte favorita del día. Eras parte de mi olvido.
Un gusto. Besos. Y recuerda: yo siempre estuve ahí para ti cuando tú jamás lo estuviste para mí.