viernes, 23 de marzo de 2018

Algún día

Hace frío y no tengo tus brazos para arroparme.
Caí de nuevo en el vicio que es echarte de menos.
Perdóname por alejarme, pero muchas veces siento que no te merezco y siempre he sido demasiado insegura de mí misma.
Te di una luz propia y auténtica; te permití ver el fondo de mis canciones y entender por qué soy una persona triste.
Y, me pregunto, ¿existirá alguien que, aun sabiendo que fui tormenta, se quede para disfrutar el verano, sabiendo que después vendrá seguramente más tormenta?
Porque lo mío es ser un clima impredecible. Un día hace sonrisa; y otro, lágrima.

Un día te voy a abrazar, me dijiste.
Y yo te voy a abrazar más fuerte, te contesté.
Y tal parece que ese abrazo se alargará por la eternidad y se quemará conjuntamente con el querer volver a ti, porque sabré que estarás mejor lejos de este caos mental.

Hay vicios que te empujan a convertirte en un adicto.
Hay vicios que matan, como amores que salvan.
Y no sé cuál de los dos estabas, o si eras un vicio que me terminó salvando de mi propia destrucción.
Fui yo quien vació la luna para quedarse a oscuras todas las noches, mientras al otro lado de la línea escuchaba con determinación esa risa tan salvavidas que te cargas.

Ese es el problema de las personas sentimentales y sensibles: nos herimos con lo que pensamos que es y un día nos damos cuenta de que hemos vivido bajo una sombra.
Y, de repente, una nube gris cierne sobre nosotros y ya ni bailamos ni hacemos barquitos, solo nos mojamos.
Nos mojamos como quien se da por rendido bajo una espesa capa de esperanzas rotas.

Nunca es tarde para empezar a cambiar, porque todos tenemos pasado, y está en nuestras manos el poder colorear el presente de colores intensos y bonitos, aun sabiendo que tenemos un pasado demasiado turbulento y oscuro.
Pero quien te quiera, abrazará tu pasado y llorará contigo, y se curarán las heridas que aún permanecen abiertas.
Qué bonito es cicatrizar el ayer con alguien que, en lugar de espinas, te regale sonrisas.

Espero no llegar demasiado tarde a la vida de alguien que espera por mí.
Pero si tú, por ejemplo, te atrasas media vida en venir, aquí estaré esperando.
Esperándote.
Con los brazos abiertos para que me des ese abrazo que me prometiste un día.
Algún día.

miércoles, 7 de marzo de 2018

La vida de mi herida

Te sentí equivocado. Y, sin embargo, no dejé de intentarte. Supongo que de eso va amar: El deseo de que el otro sea el indicado para ti, aunque sus rosas estén equivocadas de jardín. Y de estación... No lo sé.
Cuando te vi, pensé: eres el amor de mi vida. Mientras la vida me decía: ella es la vida de tu herida. No entendí nada. No hice preguntas.
Silencio.

Dejé que el tiempo barriese el polvo que otros dejaron en mis escombros. Me sonreías y yo había encontrado el calor que te dan las sonrisas cuando al final te das cuenta de que no es un mal día lo que has tenido, sino una mala vida.

Y, justo al final del baile, te has dado cuenta de que no había nadie ahí para decirte: Mira, lo que yo quiero es hacer que esta noche olvides tu nombre y hasta de que existen, encima nuestro, estrellas que tiritan al ritmo de un corazón roto.
Estoy aquí para que te des cuenta de que no estás solo, ¡Mírame! Esto es lo que quiero hacer contigo.

Y que te bese por un largo tiempo. Olvidándote de todo. Tal como prometió. Pero no. No había nadie. Nadie que te salvara. No existía una historia que quisiese escribirse contigo. Nadie que te llenara la cara de sonrisas bonitas, sólo de lágrimas imposibles. De noches en las que te la pasas preguntando el por qué de las cosas y el cómo llegar y el con quién hacerlo.

El mi te lo dejo para ti.
Te quiero libre porque desde el principio te supe equivocado. El amor de mi vida. La razón de mis buenos días y también de los malos. La saliva sobre mis heridas. El atardecer que hace que apague todos los recuerdos y empiece a soñar con ser alguien.
Alguien a quien amen con la misma intensidad con la que se muere una estrella. El querer llegar lejos junto a alguien.  No mirar hacia atrás, sino que me sonrías al lado. La vida de mi herida. Tarde comprendí:
Hay personas que vienen a hacerte feliz, a tal punto de que tú rías lleno de heridas. Haciéndote olvidar de que te hicieron daño, de que aún sangras. Esas personas que son la antesala de la eternidad.

- Amor, llegué demasiado tarde, ¿Me perdonas? - Le supliqué.
- Entra por una de mis grietas - y me dirigió hasta su corazón - Espero no te incomode tanto golpe.

Y ambos reímos.
Y ambos entendimos la vida.