Viajo al ritmo de melodías etéreas y el tiempo se detiene; ya no existen los disturbios, ni los días, ni mi vida, ni mi aliento.
Viajo a un lugar desconocido, justo en el centro de la nada; en el punto exacto entre la oscuridad que me apaga, y su luz que resplandece para hacerme brillar.
Viajo a su voz, a mi sonrisa, a mi olvido y a su recuerdo, viajo al café de sus ojos, y a la picardía de su mirada.
Viajo al silencio de su alma, y a mi pérdida, al infinito letargo que se llevó a mi estrella.
Viajo a la poesía de mis noches, a la calma de un mar abierto, indomable y libre; al anhelo de la lluvia, a un sueño frustrado; justo allí donde habitan mis ilusiones dormidas.
Viajo en un barco perdido, en letras y ritmos ajenos; viajo en mi adiós y a su huida, a mi escape y a su inocencia.
Voy como quien no espera nada, sumida en un suspiro eterno; dueña de una mirada algo ausente, ese es mi corazón viajero.