Hay que tirar para adelante, rompernos la boca, quebrarnos los huesos, para así poder algún día decir que valió la pena. Que valimos la pena. Que todo ha valido la pena, porque ni el sudor ni las lágrimas se derrocharían si poder ver después la esperada y bien merecida cosecha.
Los sueños están al alcance, pero qué imposibles somos nosotros. Y contra eso, es muy difícil lidiar; pero si luchas, lo logras. Y si lo logras, en alguna de estas noches verás que tu sonrisa es la luna nueva.
Ve por tu infinito. Que en algún rincón de este inmenso mundo te ha de estar esperando. Y una canción espera para que la reproduzcas y te pongas a desgastar los pies, porque el desgaste de vida lo bailas hace tanto que ya has olvidado hasta dónde empezaste a sonar como la canción más triste del mundo.
Eres como todas las canciones tristes. Y las canciones tristes curan, calman ese insoportable dolor, abrazan la raíz y no el tronco, porque nos conocen tan bien que es la historia de nuestra vida la que dura tres minutos. Ojalá un día te mires a eso llamado espejo y veas que vales mil. Anda, es tu canción la que reproduce. Es tu momento. Y espero que comiences a soñar diferente a como has soñado toda tu vida. Feliz. Porque eso es lo que te mereces.