miércoles, 11 de mayo de 2016

La noche

Porque si me vas a querer, le dije: quiéreme con tus partes no físicas. Con aquellas con las que se puede romper sin pensar ni querer.
Nuestro amor estaba fuera de lugar, e incluso fuera de este mundo. No sé si era demasiado tarde o demasiado pronto para intentarlo, lo cierto es que su sonrisa era lo único que estaba bien, porque desde entonces siempre que me pasa algo bueno me acuerdo de él, como una comparación, pero cómo decirle que ni siquiera la magia es magia si está al lado de él.
Él era diferente, sobrenatural. A veces indeciso con respecto a las decisiones que le obliga a tomar la vida cuando anda perdido por los callejones de esta enorme ciudad. Muchas veces le vi precipitarse a mitad de un beso y otras tantas le vi arder cuando la noche caía.

- ¿Por qué las noches tienen que ser tan duras? - Me preguntó una vez
- Supongo que es porque algo o alguien has de echar de menos, de necesitar, de querer que esté a tu lado. - Y sus ojos lucían como la noche más triste que jamás volví a ver.

Su vida era un declive constante, su mirada penetraba hasta las almas más nobles con tan solo mirarle a distancia. Pero cuidado, porque sabe destruir como le han destrozado, sabe lo que es sentirse miserable y reemplazable por cualquier pieza de puzle.
Él solamente busca ser para mí lo que la paciencia con lo que uno está buscando, porque una vez me confesó que, si a veces no le sentía tan cerca aún teniéndole al lado, que no me diera por pensar que ya no me amaba. Me dijo que le esperara antes de dejarme los papeles en el suelo.
Y es por eso que aquí sigo, esperándole, envejeciendo, con la leve y suicida esperanza de algún día volver a verlo, aunque la vida nos haya cambiado y aunque nosotros lo permitiéramos.

 

La noche me resulta imposible desde su inevitable partida.

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